La isla de Flores es una de las muchas del arco insular que forma Indonesia a medio camino entre Borneo y Australia. Un pedazo de tierra entre las más célebres Java, Sumatra, Bali o Timor que ha pasado desapercibido para la opinión pública internacional durante décadas. Pero en 2004, la publicación del hallazgo de un espécimen humano muy extraño y desconocido hasta aquel entonces situó la isla de Flores en el mapa para el gran público.
Aquel descubrimiento en Liang Bua, al oeste de la isla, de un esqueleto humano que dataron en aquel momento en 18.000 años (aunque análisis posteriores los situaron en más de 60.000 años) y apenas un metro de altura -bautizado como el hobbit de Flores- sacudió el estudio de la historia evolutiva humana y puso muchas preguntas encima de la mesa. La principal, quizá, era si se trataba de una nueva especie de homínido extinta o era un humano moderno con rasgos de enanismo. Para los paleoantropólogos el debate siempre terminaba de la misma forma: Se necesitan más restos fósiles de la isla de Flores para zanjar el tema.
Un punto de discusión científica al que se acaba de poner fin con el hallazgo, recién publicado por la revista científica Nature en dos investigaciones paralelas, de nuevos restos de este diminuto homínido, pero en este caso con una antigüedad de 700.000 años, más de 600.000 años antes de la prueba más antigua de la existencia del Homo floresiensis. El hallazgo consiste en un fragmento de la mandíbula inferior de un adulto, un fragmento indeterminado de cráneo y seis piezas dentales aisladas de, al menos, tres individuos diferentes.
«Lo más importante es que estos fósiles, que incluyen dos dientes de leche de niños, tienen una antigüedad de 700.000 años y pertenecen sin duda a un homínido que parece a todas luces ser muy similar a los de Homo floresiensis», aseguró el investigador del Centro para la Ciencia Arqueológica de la Universidad de Wollongong (Australia) y autor principal del trabajo, Gerrit van der Bergh, durante una teleconferencia de prensa ofrecida el martes.
El equipo de Van der Berg ha trabajado en la Isla de Flores durante más de 30 años en colaboración con el profesor Mike Morwood, líder del grupo de investigadores que encontró el esqueleto del Homo floresiensis de Liang Bua. Desde el hallazgo del hobbit en 2003, él y su equipo han cavado 32 yacimientos en busca de los restos fósiles de los antepasados del hombre de Flores. Pero la campanada no la dieron hasta el año 2014, cuando la entonces estudiante Mika Puspaningrum encontró lo que parecía un molar de homínido en un yacimiento de 700.000 años de antigüedad llamado Mata Menge, a 50 kilómetros de distancia de donde fue encontrado el hasta ahora único ejemplar conocido de Homo floresiensis. «Lo único que lamento es que Mike falleciese en 2013 y no haya vivido para compartir la experiencia del hallazgo de estos nuevos fósiles. Ambos sabíamos que tenían que estar en alguna parte», se lamentó Van der Bergh, quien ha homenajeado a Morwood concediéndole la autoría principal de la investigación recién publicada de forma póstuma.
«Al haber encontrado restos de varios individuos, se descarta la posibilidad de que fuese un caso patológico. De alguna manera, el hallazgo confirma a Homo floresiensis como especie», afirma el paleoantropólogo de la Universidad Complutense y codirector de Atapuerca Juan Luis Arsuaga, que no ha tenido ninguna vinculación con el trabajo. La investigadora del Centro para el Estudio Avanzado de la Paleobiología Humana de la Universidad George Washington (EEUU) Aida Gómez-Robles coincide con Arsuaga en un artículo que acompaña a la investigación en la revista Nature. «El hallazgo confirma más allá de toda duda razonable que el Homo floresiensis es una especie diferente con unas profundas raíces evolutivas que se remontan más de 700.000 años», según Gómez-Robles.
Los autores analizan en detalle en el trabajo el tamaño y la morfología de los fósiles de Mata Menge y los comparan con restos anteriores de Homo floresiensis y con otras especies de homínidos. En uno de los trabajos recién publicados, Van der Bergh y su equipo, en el que han colaborado investigadores indonesios del Museo de Geología de Bandung (Indonesia), revelan que los pequeños dientes encontrados sólo tienen comparación con los de Homo sapiens, cuya migración hasta Asia ocurrió mucho después de la época en la que vivieron los individuos recién encontrados, y con los Homo floresiensis. En la otra investigación, firmada principalmente por Adam Brumm, del Centro de Investigación de la Evolución Humana de la Universidad Griffith (Queensland, Australia), los autores indican que las herramientas y las tecnologías asociadas a los fósiles de Mata Menge son similares a las encontradas junto con los restos de Liang Bua, de 650.000 años después, lo que sugiere una cierta estabilidad de comportamiento a lo largo del tiempo.
La pregunta que se abre de forma automática si aceptamos que se trata de una nueva especie es: ¿Cuál es su origen evolutivo? ¿De dónde proviene esta especie de homínido enano? Los expertos manejan dos posibilidades. La primera es que el Homo floresiensis hubiera evolucionado a partir de Homo erectus, que fue mucho más grande pasando el metro y medio de altura, y que hubiera sufrido un proceso de enanismo debido a la insularidad, algo que sucede como estrategia de optimización de recursos y por la ausencia de depredadores y que está documentado en otras muchas especies, como los elefantes enanos que habitaron en las islas del Mediterráneo.
La segunda alternativa sería que descendiese de Homo habilis, una especie de una tamaño mucho menor, de alrededor del metro veinte. Pero este segundo modelo implicaría que alguna forma de Homo habilis fue capaz de abandonar África hace alrededor de 2 millones de años, algo de lo que no hay ni una sola prueba fósil que soporte la idea.
Los autores se decantan en el trabajo por la primera opción y aseguran que la morfología de los molares encontrados y las similitudes con la mandíbula inferior hacen pensar en que el hobbit de Flores está más relacionado evolutivamente con Homo erectus, que con H. habilis.
«Parece que el ancestro no sería Homo habilis, sino alguna población antigua de Homo erectus. Desde mi punto de vista, hay que prestar atención a Homo georgicus, que era una forma temprana de erectus con un tamaño y un volumen cerebral más pequeño», dice Arsuaga.
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