En 1972, el conductista de animales John Calhoun construyó un paraíso de ratones con hermosos edificios y comida ilimitada. Introdujo ocho ratones a la población. Dos años más tarde, los ratones habían creado su propio apocalipsis. Este es el por qué.
El universo 25 era una caja gigante diseñada para ser una utopía de roedores. El problema era que esta utopía no tenía un creador benevolente. John B. Calhoun había diseñado bastantes entornos de ratones antes de llegar al 25, y no esperaba ver una historia feliz. Dividido en «plazas principales» y luego subdividido en niveles, con rampas subiendo a «apartamentos», el lugar se veía genial, y siempre se mantenía abastecido con comida, pero sus habitantes estaban condenados desde el principio.
El Universo 25 comenzó con ocho ratones, cuatro machos y cuatro hembras. Al día 560, la población de ratones llegó a 2.200, y luego declinó firmemente a la extinción irrecuperable. En el pico de la población, la mayoría de los ratones pasaban cada segundo viviendo en compañía de cientos de otros ratones. Ellos se reunían en las plazas principales, esperando a ser alimentados y ocasionalmente atacándose unos a otros. Pocas hembras llevaron a término su embarazo, y los que lo hacían parecían simplemente olvidarse de sus bebés. Ellos movían a la mitad de su camada lejos del peligro y se olvidaban del resto. A veces soltaban y abandonaban a un bebé mientras lo llevaban.
Los pocos espacios aislados albergaban a una población que Calhoun llamó, «los hermosos». Generalmente vigilado por un macho, las hembras – y pocos hombres – dentro del espacio no se reproducieron ni lucharon ni hicieron nada más excepto que comer y acicalarse y dormir. Cuando la población empezó a declinar, los hermosos se libraron de la violencia y la muerte, pero habían perdido completamente el contacto con los comportamientos sociales, incluyendo tener relaciones sexuales o cuidar a sus hijos.
En 1972, con la llegada de la explosión de la natalidad en un mundo cada vez más concurrido y los informes de disturbios en las ciudades, el Universo 25 parecía una pesadilla malthusiana. Incluso adquirió su propio nombre pegadizo, «El comportamiento del fregadero». Si el hambre no mataba a todo el mundo, la gente se destruiría a sí misma. La mejor opción era huir al campo o a los suburbios, donde la gente tenía espacio y la vida era pacífica y natural.
Hoy en día, el experimento sigue siendo aterrador, pero la naturaleza del miedo ha cambiado. Un estudio reciente señaló que el Universo 25 no estaba, si se miraba en su conjunto, demasiado abarrotado. Los corrales, o «apartamentos» al final de cada pasillo tenía sólo una entrada y salida, haciéndolos fáciles de cuidar. Esto permitió a los machos territoriales más agresivos limitar el número de ratones en ese corral, superpoblando al resto del mundo, aislando a los pocos «hermosos» que vivían allí de la sociedad normal. En lugar de un problema de población, se podría argumentar que Universo 25 tenía un problema de distribución justa.
El hecho sigue siendo que tenía un problema, y uno que condujo eventual a su destrucción. Si este comportamiento es compartido por ratones y humanos, ¿podemos escapar del destino del Universo 25?
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