La lluvia puede resultar bastante molesta. Nos pone tristes y a veces puede arruinar días muy señalados. De hecho no es ninguna casualidad que existan empresas que cobren por asegurarte de que no lloverá el día de tu boda. Pero si hay algo peor que la lluvia es la falta de ella, y por eso cada vez hay más países que invierten dinero en la siembra de nubes y lluvia artificial.
Aunque pueda parecer algo sacado de un libro de ciencia ficción, lo cierto es que llevamos más de cincuenta años sembrando nubes y haciendo que llueva o nieve en determinados lugares de forma artificial. Hay muchas empresas y gobiernos invirtiendo dinero para desarrollar diferentes técnicas para conseguirlo, aunque todas ellas tienen un origen común.
El método de la lluvia artificial fue inventado en 1940 por dos científicos de General Electric, Vincent Schaafer e Irving Langmur. Cinco años después, el meteorólogo de la Universidad de Albany, Bernard Vonnegut, utilizó un avión para lanzar yoduro de plata a un banco de nubes. Media hora después ya llovía, aunque en otro sitio.
En la década de los 50 y 60 la Oficina Meteorológica Federal de los EEUU creó el «Proyecto Cirrus» sobre modificaciones del tiempo y se fundaron empresas para producir por encargo lluvias artificiales, obteniendo en algunos casos resultados satisfactorios. No obstante, el hecho de que se utilizara como arma bélica en la Guerra del Vietnam determinó la aparición de sus primeros detractores, conscientes de los efectos de las sustancias químicas en el medio ambiente y la salud.
El sistema más utilizado en la actualidad consiste en bombardear las nubes con yoduro de plata, bien desde una avioneta o desde el suelo con cohetes o por medio de generadores que funcionan a modo de estufa. De esta manera, el agua se cristaliza formando nieve o granizo pequeño, que se funde según desciende hasta convertirse en lluvia. Asimismo, la siembra de nubes se utiliza para eliminar la niebla y nubes en aeropuertos, en este caso con dióxido de carbono. Por su parte, algunos agricultores lo utilizan para evitar que el granizo caiga sobre sus cosechas.
Además, lanzar cohetes al espacio a velocidades supersónicas tiene como efecto secundario producir enormes nubes de lluvia, al convertir energía térmica en energía cinética. En cierta forma los lanzadores de cohetes como el J-2x son también máquinas hacedoras de lluvia. Si bien pueden lanzar cohetes al espacio sideral, también pueden generar lluvia, así, depende de la perspectiva, la utilidad.
Lo cierto es que para cualquiera de estas dos funciones se necesitan quemar 2.3 millones de litros de combustible y ocupar un área gigantesca para realizar el lanzamiento (por lo insoportable del ruido), haciendo que una propiedad a lado de un aeropuerto sea como una casa en Beverly Hills. Por esto la NASA ha creado el Stennis Space Center en Mississippi y evacuado 50 mil hectáreas a la redonda para hacer sus pruebas tranquilamente.
De este centro espacial en el medio-este de Estados Unidos se generan una serie de teorías conspiratorias que señalan que la NASA utiliza máquinas como la mencionada para la modificación del clima, algunos incluso acusan a la NASA de crear las inundaciones que recientemente ocurrieron en el río Mississippi (aunque sería muy difícil, y sumamente costoso, que una máquina así generara las nubes necesarias para una tormenta pluvial de esa magnitud). Pero como sucede en estos casos, solo se puede especular y es difícil saber bien a bien el alcance y el uso que se le da a esta tecnología.
Quizás sea revelador el final del video en el que el presentador del programa Top Gear, de la BBC, dice: «Es increíble, la NASA está jugando a ser Dios, está creando su propio clima». ¿Que opinas? Mira el vídeo y dejanos tu comentario más abajo!
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