Existen muchos “idiomas” míticos, desde el idioma de las brujas, hasta las simetrías insospechadas del Manuscrito Voynich. Pero entre todas estas lenguas míticas hay una que sobresale: el Enoquiano, el idioma de los ángeles.
El Enoquiano procede de los diarios privados del matemático, astrónomo y ocultista personal de Elizabeth I, reina de Inglaterra, llamado John Dee; y de su sucesor, el enigmático Edward Kelley, una de las figuras más notables del esoterismo del renacimiento.
Tanto John Dee como Edward Kelley sostuvieron que el Enoquiano les fue revelado como parte de una serie de mensajes angélicos, cuyo propósito era elevar la magia humana hacia un nivel completamente nuevo.
Siglos después ocurriría un episodio similar, de la mano del ocultista Aleister Crowley y sus contactos con el ominoso ángel Aiwass.
De aquellas comunicaciones nacería uno de los libros malditos más escandalosos de la historia: El libro de la ley (Liber AL vel Legis).
El Enoquiano sobrevivió en los diarios y cuadernos de John Dee y Edward Kelley, junto con algunas breves traducciones al inglés.
Actualmente, el Enoquiano continúa siendo estudiado de cerca por varios lingüistas destacados, aunque con más detractores que seguidores.
El Enoquiano es una lengua imaginaria que ha ganado tanta popularidad como descrédito. De hecho, incluso su nombre es inexacto.
Ni John Dee ni Edward Kelley hablan jamás de enoquiano, sino de Angelical, Lengua Celestial, Lenguaje de los ángeles, la Primera Lengua del Dios Cristo, Lenguaje Sagrado, Adánico, y otros epítetos.
El término Enoquiano procede de las teorías de Dee y Kelley acerca de que el patriarca bíblico Enoc -el mismo de El libro de Enoc- fue el último hombre en conocer todas las posibilidades de esa lengua.
La idea de que existió una lengua angélica antediluviana era algo bastante común en la época de John Dee; y no sin cierta lógica.
Si los ángeles interactuaban habitualmente con la humanidad, como queda claro en muchos pasajes de la Biblia, entonces sería posible que esa interacción se diese en una especie de “lengua común”, un idioma bajo y degradado para los ángeles, pero notablemente complejo para los hombres.
La primera mención al Enoquiano se produjo en 1581. John Dee anotó en su diario que Dios le envió un ángel para comunicarle directamente sus intenciones.
En 1582, John Dee se unió a Edward Kelley en calidad de médium. Al parecer, juntos lograron contactarse con aquel ángel, quien les reveló algunos rudimentos del Enoquiano.
John Dee sostiene que el Enoquiano es, en definitiva, la lengua de Dios, el lenguaje que el Creador utilizó para dar una forma objetiva a su mente, es decir, para crear el universo.
Los ángeles, son capaces de hablar esa lengua, al igual que Adán, pero no con los matices y las sutilezas propias del paladar divino. Y los hombres, aún menos calificados que los ángeles, deben conformarse con una pronunciación áspera e inexacta.
Por comparación, las lenguas humanas suenan como balbuceos de bebé frente a las complejidades del Enoquiano.
Tras el bochornoso episodio del Árbol del Conocimiento (y aquella manzana que nunca existió), Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, pero se llevaron consigo el Enoquiano, el mismo que Adán había utilizado para nombrar a todas las cosas.
En cierta forma, John Dee sostiene que, con el tiempo, el Enoquiano se fue degradando paulatinamente, hasta convertirse en lo que conocemos como proto-hebreo, con escasos vínculos con aquella lengua de los ángeles.
Los supuestos ángeles que se comunicaron con John Dee y Edward Kelley manifestaron que solo Enoc estuvo en desacuerdo, y que en secreto redactó un libro prohibido capaz de evocar la magia primordial más poderosa: El libro de Loagaeth (el libro del discurso de Dios).
Penosamente, comentaron con desánimo los ángeles, que el libro se perdió durante el Diluvio Universal por un descuido de Noé.. ¿Quieres saber más? Mira el siguiente video y déjanos tu comentario más abajo.
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