Edgar Allan Poe siempre fue un hombre enigmático. Pasaría a la historia por sus cuentos de terror, pero con lo que no contaba es con que incluso después de muerto generaría muchos misterios..
Su fallecimiento se produjo el 7 de octubre de 1849 con apenas cuarenta años de edad; según cuentan, cuatro días antes de su óbito Poe deambulaba por las calles de Baltimore delirando.
La persona que lo encontró le llevo rápidamente al hospital donde el autor quedó ingresado falleciendo el día antes mencionado; es como mínimo sospechoso que en esos días de ingreso Poe no fuera capaz de decir alguna palabra con coherencia.
Por supuesto como en todo buen misterio, existen varias hipótesis al respecto:
Suicidio, asesinato, enfermedades venéreas, incluso que había sido secuestrado por varios agentes electorales que le obligaron a beber para captar su voto, y una vez cumplido el objetivo, abandonaron a Poe a su suerte..
Edgar Allan Poe está enterrado en el cementerio de Baltimore.
Originalmente no tenía lápida ni elementos de ornamentación, tan solo estaba marcada por un bloque en la que se podía leer “Nº.80”.
No fue hasta veinticuatro años más tarde, cuando un poeta visitó la tumba y publicó un artículo sobre la podredumbre de la sepultura del escritor e instó a ponerle un monumento más apropiado.
Cuenta la leyenda, reciente y extendida, que cada 19 de enero (día en el que nació el autor de El Gato Negro), un hombre misterioso, extraño y sin rostro, caminaba por el cementerio de Baltimore donde se encuentra enterrado Edgar Allan Poe.
Lo hacía solo, apoyándose en lo que muchos afirman era un bastón con empuñadura de oro. Allí, cada año, llegaba ante la tumba del escritor, dejaba tres rosas rojas y una botella de coñac, y se marchaba.
Tan discreto como había llegado. Tan solemne como la muerte. Tanto, adivinamos, que nadie tuvo valor jamás de acercarse a él, descubrir su rostro o, simplemente, decirle un “buenas noches”.
Este ritual se repitió desde los años 30 hasta el 2009, fecha en la que se celebraba el 200 aniversario del nacimiento de Poe.
Algunos dicen que, según una nota que el sin-nombre dejó un día, no se trataba de una única persona sino que, por contra, era una tradición, un testigo que se iban cediendo entre unos pocos.
Lo cierto es que todo se aúna en un halo de misterio que agranda aún más la figura de Edgar Allan Poe, ya de por sí rodeada de misterio por las condiciones de su muerte.
Aún hoy hay quien intenta imitar (y ganar cinco minutos de gloria, dicho sea de paso) al hombre misterioso, sin embargo, ninguno de los que lo han intentado suplantar ha descubierto cómo era capaz el original de colarse en el cementerio.
Según parece, tenía localizado un acceso que nadie, a día de hoy, ha podido encontrar aún.
Como toda leyenda, esta también tiene su parte de verdad y de mito solo que, al ser una leyenda contemporánea y parece que finita, a uno le pueden las ganas de creerse miles de posibilidades, todas llenas de misterio y explicaciones imposibles.
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