Con sus casi 1.000 km de diámetro, Ceres es el mayor de los objetos del cinturón de asteroides, el gran anillo de rocas de todos los tamaños que rodea al Sol justo entre las órbitas de Marte y Júpiter.
Su tamaño, y el hecho de que sea el único objeto totalmente esférico del cinturón, lo que indica que su gravedad es suficiente para superar la fuerza de un cuerpo rígido, le ha valido la denominación de ‘planeta enano’, la misma que tiene Plutón.
Ya en 2014 la sonda espacial Herschel, de la Agencia Espacial Europea (ESA) detectó por primera vez, y sin lugar a dudas, agua en Ceres, en forma de grandes chorros de vapor emitidos desde distintos puntos de su superficie.
Lo cual parecía indicar la presencia de un océano subterráneo, similar a los que ya sabemos que existen en varias lunas de Júpiter y Saturno.
Y ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto de Ciencias Planetarias de Estados Unidos acaba de confirmar que la corteza de Ceres es rica en hielo.
Una corteza bajo la cual habría una extensa cantidad de agua en estado líquido. Las posibilidades de habitabilidad del planeta enano, pues, se disparan.
Para llegar a estas conclusiones, publicadas en el último número de ‘ Geophysical Research Letters’, los investigadores estudiaron las anomalías en la distribución de hidrógeno en el cráter Occator, un joven cráter de impacto de 92 km de diámetro y que ocupa, él solo, cerca del 10% de la superficie de Ceres.
Estudios anteriores ya hablaban de la existencia de una ‘neblina’ sobre el cráter, que estaría además parcialmente cubierto por salmueras.
La evidencia de agua en Ceres proviene de los datos recopilados por el detector de rayos gamma y neutrones (GRaND) a bordo de la nave espacial Dawn, de la NASA, que estuvo en órbita alrededor del planeta enano entre 2015 y 2018, cuando agotó sus reservas de combustible.
El instrumento encontró elevadas concentraciones de hidrógeno en el primer metro de la superficie de Occator, un exceso que, según el estudio, está en forma de hielo de agua.
«Creemos que el hielo ha sobrevivido en el subsuelo poco profundo durante los aproximadamente 20 millones de años posteriores a la formación de Occator -asegura Tom Prettyman, autor principal del artículo-.
Las similitudes entre la distribución global del hidrógeno y el patrón de grandes cráteres sugieren que los procesos de impacto han llevado hielo a la superficie en otras partes de Ceres.
Este proceso va acompañado de la pérdida de hielo por sublimación provocada por el calentamiento de la superficie por la luz solar».
«El impacto que formó Occator habría excavado materiales de la corteza a una profundidad de hasta 10 kilómetros (aproximadamente 6 millas).
Por lo tanto, las mejoras observadas en la concentración de hidrógeno dentro del cráter y la capa de eyección respaldan nuestra interpretación de que la corteza es rica en hielo.
Los hallazgos refuerzan el consenso emergente de que Ceres es un cuerpo diferenciado en el que el hielo se separa de la roca para formar una capa exterior helada y un océano subcrustal», dijo Prettyman.
Según el investigador, «los hallazgos podrían tener implicaciones para la evolución de cuerpos helados, pequeños y grandes.
En términos más generales, y como mundo oceánico, Ceres podría ser habitable y, por lo tanto, es un objetivo atractivo para futuras misiones».
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