Otis Carr, nacido en 1904 en Virginia Occidental, abandonó la escuela a los 13 años y estudió por su cuenta, trabajando en un hotel de Manhattan. Conoció a Nikola Tesla y ambos trabajaron en grandes tecnológicos y la generación de energía. La inspiración del científico lo impulsó a desarrollar su mayor creación; una nave espacial antigravedad con forma de OVNI que podía llegar más allá de la Luna.
Otis Carr, quien al final se calificó como ingeniero de Baltimore, fue la única persona que creyó en el proyecto de energía libre de Tesla. Deseaba construir una nave espacial antigravedad de energía libre para llegar a la Luna.
Tesla siguió siendo su compañero hasta el día de su muerte. Sin embargo, para 1950, Carr ya había desarrollado varios prototipos de naves.
Otis Carr y la creación de naves espaciales
El New York Herald Tribune publicó en 1911 una entrevista donde Tesla dijo lo siguiente:
«Ni alas ni hélices estarán en mi avión volador”. Nunca pensarías que es un vehículo volador si lo vieras en el suelo. Sin embargo, podrá moverse libremente en cualquier dirección por el aire con total seguridad».
Desgraciadamente, Tesla no pudo conseguir sus objetivos por restricciones políticas y financieras. Sin embargo, Otis Carr siguió su legado y dijo que consiguió construir una nave espacial que aprovechaba la fuerza de gravedad.
Buscando financiación para su proyecto de 1950, Ralph Elsmo, un ejecutivo de publicidad de Baltimore se acercó a él. Le ofreció a Carr tecnologías basadas en Tesla para crear empleos después de conocer sus ideas.
Más tarde estableció «OTC Enterprises, Inc.». Los anunciantes retrataron a Carr como el mejor científico en 1957, afirmando que inventó el «Motor de gravedad Carrotto», el cual emanaba energía libre.
El diseño más polémico fue el acumulador eléctrico Utron, también conocido como nave espacial OTC-X1. Se describió como una nave espacial de cuarta dimensión o platillo volador.
Otis Carr no podía haberla desarrollado si Tesla no le hubiera revelado sus conceptos de propulsión antigravedad.
Tecnología antigravedad
En 1958, declaró que desarrolló la tecnología necesaria que podría usarse en naves espaciales. Solicitó 20 millones de dólares en fondos para crear las instalaciones y fabricar la máquina que surcaría el Sistema Solar.
Incluso, presentó el diseño del OTC-X1 al Pentágono, que había enviado un equipo a investigar a Carr. Fueron a su oficina en Baltimore y descubrieron que el modelo no valía nada ya que no había sido patentado.
El FBI comenzó una investigación sobre el nuevo prototipo de Carr en 1958, por temor a que pudiera atraer a la Unión Soviética, pero se les advirtió sobre el comportamiento ilegal. Rumores decían que estaba vendiendo acciones no registradas.
Carr y el técnico Ralph Ring colaboraron para crear naves espaciales antigravedad en el Proyecto Camelot. A finales de los 50 y comienzos de los 60, desarrollaron un platillo volador impulsado por electroimanes giratorios y una serie de pequeños e innovadores dispositivos parecidos a condensadores que denominaron «Utrones».
Construyeron muchos vehículos miniatura y una nave 13 metros, el cual viajó a la velocidad de la luz durante 16 kilómetros.
«Creí que había fallado ya que no se había movido. Cuando nos enteramos habíamos regresado con muestras de rocas y plantas de nuestra ubicación; Me quedé completamente desconcertado. Fue un éxito rotundo. Fue más un efecto de teletransportación».
Cientos de personas asistieron al lanzamiento de la nave espacial antigravedad de Otis Carr en Oklahoma, el 15 de abril de 1959.
El vehículo de 13 metros se elevaría más de 180 metros de altura, pero ingeniero tuvo que ser llevado al hospital por una hemorragia pulmonar y el lanzamiento se pospuso.
El final de su vida
Wayne Aho y Daniel Fry se reunieron Carr para ayudarlo a continuar. Así, el 7 de diciembre, aseguró que viajó a la Luna.
El ingeniero patentó en Estados Unidos, bajo el número 2.912.244 para una empresa, la nave espacial antigravedad OTC-X1 en 1959, a pesar de que la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos no había aceptado el concepto de «máquinas del tiempo» durante mucho tiempo.
El dispositivo de Carr usaba exactamente dicho principio.
Por ello fue condenado al vender acciones no registradas en Oklahoma en 1960. En enero fue acusado de 50.000 dólares de fraude y sentenciado a 14 años de prisión. Durante ese tiempo, las autoridades demolieron su laboratorio y retuvieron su trabajo.
Otis Carr permaneció en Pittsburgh hasta su muerte en 1982, tratando de conseguir inversores para sus ideas.
Al igual que Tesla, Carr fue una víctima que pasó desapercibida al final de su vida, terminando en bancarrota. Tanto el gobierno como otros grupos se opusieron a su trabajo de naves voladoras, además que críticos lo acusaron de ser un engaño. Sea cual sea la verdad, su nombre engrosa una larga lista de inventores que vieron truncado su sueño por terceros…
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