Las profecías han ocupado muchos lugares de la historia de nuestra humanidad. Fueron mensajes recibidos del saber divino, y sus vaticinadores compartieron sus visiones sobre el futuro.
Durante miles de años la civilización se ha dejado guiar por las palabras y las acciones de los antiguos profetas, pero ¿con quién se comunicaban estos elegidos? ¿Sus conocimientos pueden ser prueba del contacto con una fuente celestial, o realmente trataron con extraterrestres?
En el mundo espiritual y esotérico, el misterio de las profecías es un elemento importante. Incluso, dentro del contacto con seres extraterrestres: mensajes que advierten de posibles escenarios futuros para la humanidad.
Ahora bien: ¿todo ello se puede cambiar? ¿O se trata de hechos inevitables? ¿Qué es, exactamente, una profecía?
Los escépticos piensan que las profecías surgen de la superstición y el miedo. Y que, en definitiva, no existen. Así de sencillo. Y agregan que las religiones las han utilizado como “sistemas de control” – y en este punto nos hallamos de acuerdo-.
También argumentan que las profecías no siempre se cumplen, que son inexactas, “etéras”, y que su contenido se encuentra a libre merced de quien las interprete. Reconocemos que en gran medida es así.
Sobretodo en aquellas predicciones cuyo mensaje es críptico, como veremos más adelante al abordar el enigma de Nostradamus y sus posibles alusiones a la Iglesia.
Pero, ¿todas las profecías son un fraude? ¿Dentro de los distintos vaticinios no hay evidencias de auténticas predicciones que inviten a reflexión? Y, si es así, ¿cómo funciona? ¿Qué o quién activa el “don de la profecía”?
Según la Real Academia de la Lengua Española, la profecía “es un don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras”.
A nuestro juicio, es una definición parcial. Y demasiado cargada de religión. Nuestra investigación nos dice otra cosa.
Si entendemos por “divina” una manifestación de Dios o de seres espirituales ante un testigo -que luego escribirá sus visiones, tal y como sucedió con distintos profetas bíblicos-, el misterio de las profecías es mucho más grande.
¿Cómo interpretar acaso los mensajes que se desprenden de los “encuentros cercanos”, como las apariciones marianas o el contacto con extraterrestres?
Además, no todas las profecías surgen de la manifestación de un ser divino o “sobrenatural”. Hay predicciones que se activan gracias a la sensibilidad psíquica del “vidente” -cuyas visiones le permitirá inferir el “futuro”-, o se desprenden por el acceso a un conocimiento privilegiado -que luego será escrito en un lenguaje enrevesado, sólo apto para iniciados-.
El mundo de las profecías, por ésta y otras razones, es más complejo, y huye de esa “vestidura religiosa” que muchos le han puesto por ignorancia y falta de información.
Es importante mencionar que para diversos autores existe una diferencia entre los términos “profecía” y “predicción”. Si nos atenemos a las definiciones, la Real Academia de la Lengua Española sostiene que predecir significa “anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder”.
Es decir, una profecía es “sobrenatural” y una predicción se basa en el conocimiento y la deducción.
Tal vez el mítico Nostradamus es un digno ejemplo de ambas definiciones. El visionario francés podría haber escrito sus “profecías” gracias al acceso que tenía a viejos conocimientos esotéricos: informaciones secretas que le permitían “deducir acontecimientos futuros”.
Pero también hay que decir que muchas veces las predicciones están conectadas a revelaciones de índole “sobrenatural” -sean éstas externas o internas-, y ello hace que las predicciones y las profecías se transformen en un solo fenómeno.
En otras palabras, el conocimiento y las facultades se funden. Parravicini es otro digno ejemplo.
Para nosotros, una profecía no es, necesariamente, un hecho categórico. Es una suerte de “proyección” en el “futuro” de la humanidad. Un “futuro” -así, entre comillas-, que posee distintas variables o posibilidades, siempre “atadas” a la elección del ser humano.
Esto nos llevaría a otra discusión: si el hombre tiene, o no, libre albedrío. En definitiva, si todo ya está escrito y no tenemos margen de movimiento.. ¿La vida es así? ¿No hay opción? ¿Qué es el futuro, entonces? ¿Por qué algunos sensitivos dicen que se puede ver?
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